Es la segunda vez que leo este libro. Antes de que cayera en mis manos procedente de la biblioteca de Daiba, yo ya había comprado otro ejemplar, hace muchos años, allá por los años 90 coincidiendo con el estreno de la exitosa película del mismo nombre. Guardaba un buen recuerdo de su lectura. Después también compré la segunda parte de esta larga saga literaria de
Anne Rice,
Lestat, el vampiro y, a pesar de que también me estaba gustando, abandoné su lectura por algún motivo que en principio sería momentáneo pero que, como otras veces, se alargó en el tiempo. Así que ahí lleva años esa segunda parte sin terminar de leer.
Hace un tiempo, al ver un ejemplar de
Lestat, el vampiro, entre los libros de Daiba, decidí volver a leerlo desde el principio, pues ya no recordaba casi nada de lo leído previamente y entonces pensé que sería incluso mejor volver a leer también este primer libro por aquello de tener todo el argumento más fresco.
Curiosamente, son varios los libros de las
Crónicas Vampíricas que se encuentran en la biblioteca del profesor Daiba. Al menos están estos dos que ya he mencionado y dos más:
La reina de los condenados y
El ladrón de cuerpos. A lo que iba: ahora que he vuelto a leerlo, he tenido una sensación agridulce. Sigue siendo una buena historia, pero reconozco que se me ha hecho pesado por momentos.
El problema comienza, bajo mi punto de vista, cuando los vampiros llegan a París y se encuentran con Armand y su troupe. Muchas páginas de divagaciones, mucho sufrimiento interno de Louis, sin apenas avanzar la acción. Demasiadas páginas después, llega por fin un momento (el incendio) en el que todo ese divagar por fin se calma y la historia sigue su curso, hasta un final que, ciertamente, deja con ganas de más.